9 CIUDAD ABIERTA De un lado, el valenciano Ricard Camarena, uno de los chefs más brillantes de nuestro tiempo, acostumbrado a improvisar platos en otros congresos gastronómicos, valiéndose de la despensa local a su alcance. Del otro, ChatGPT, asistido por los científicos Eneko Axpe y Laia Badal y el cocinero Daniel Barrionuevo (Fundación Alícia), cuya labor se limitaba a ejecutar las instrucciones dictadas por la inteligencia artificial. Mientras al cocinero valenciano le asistía su experiencia, su sensibilidad y su buena mano -conceptos todos difíciles de cuantificar-, la máquina tenía a su disposición acceso instantáneo a la ingente cantidad de contenidos gastronómicos publicados en internet. Un experimento inédito cuyo resultado fue tranquilizador, pues a tenor del veredicto del jurado, la inteligencia artificial aún no es capaz de superar la creatividad humana. «A sus platos les falta alma, son correctos, pero no emocionan», decían José Carlos Capel, Joan Roca y Manuel Villanueva. Habían probado el menú sin saber a que equipo correspondía cada plato, pero no tardaron en identificar el estilo libre de Camarena, su meticulosidad en las elabo- [ TEXTO: 7 CANÍBALES ] La IA puede aportar soluciones, pero no tiene alma. La que sí aportó Ricard Camarena a sus platos, según el jurado que los degustó. En San Sebastian Gastronomika se abrieron debates en torno a la creatividad -no solo culinaria-, al concepto de autoría o al papel de las cualidades humanas en algo inherente a nuestra especie como es la cocina. El reto era un duelo creativo entre dos equipos, que debían atenerse a las mismas reglas y partir de los mismos ingredientes para cocinar un menú que conquistara a un jurado de expertos, con la salvedad de que uno de ellos obedecía órdenes de una máquina. aderezarse con una serie de básicos de despensa como aceite, vinagre, sal o pimienta. En el principal, ambos debían partir de la merluza e incorporar dos técnicas, elegidas a su vez por el público: curado a la sal y asada. Para el postre, tenían que reinterpretar el pastel de zanahoria. La primera conclusión es que Camarena se complicó muchísimo más la vida que la máquina, pero el resultado mereció la pena. La inteligencia artificial presentó platos aparentes, que podrían colar en el repertorio de un restaurante de campanillas, pero que no fueron capaces de emocionar a los expertos, al menos no tanto como el valenciano, capaz de cocer al extremo la cabeza del bonito en agua de ostras para obtener un gelificado potentísimo, cargado de colágeno, o de curar la merluza en el salazón de las anchoas. Son esos puntos de locura, esa capacidad humana de no tomar el camino más corto, incluso de dar margen al error, los que la máquina es incapaz de imitar, al menos de momento. En su defensa hemos de decir que en el postre hubo un empate, pero porque ninguna de las deconstrucciones presentadas convenció al jurado. LUNES 7 / MARTES 8 Sobre estas líneas, los dos equipos, con el jurado y Benjamín Lana, presentador. Abajo, un plato de la IA. Ricard Camarena, rematando uno de los platos. raciones o su afán por extraer el máximo sabor de cada producto. La suerte estaba echada Los detalles del duelo se habían establecido solo 24 horas antes, por un procedimiento que dejaba mucho margen al azar. Para los entrantes, el público seleccionó cinco ingredientes -patata, ostras, higos, bonito del Norte y castaña- que podían «A sus platos les falta alma, son correctos, pero no emocionan», decían Capel, Roca y Villanueva, jurado En el postre hubo un empate, pero porque ninguna de las deconstrucciones convenció RICARD CAMARENA SE IMPONE A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL OCTUBRE DE 2024 La creatividad y la cocina con alma del valenciano triunfan en un duelo creativo con ChatGPT en una experiencia inédita
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